jueves, 22 de octubre de 2009

Una consecuencia, no una recompensa

"Dios implantó en nuestro corazón nuestro anhelo por la felicidad. Representa una clase de nostalgia porque tenemos una memoria restante de nuestra existencia preterrenal. Además, es el sabor anticipado de la plenitud de gozo que se promete a los fieles. Podemos esperar con una fe perfecta que nuestro Padre satisfaga nuestros más profundos deseos de gozo. De hecho, el plan que nos ha dado para guiarnos se llama "plan de felicidad". El Libro de Mormón expresa claramente que la felicidad es nuestro destino. Habla de morar "con Dios en un estado de interminable felicidad" (Mosíah 2:41). Palabras tales como cosechar, restaurar, desear, implican que la felicidad es una consecuencia, no una recompensa. Somos restaurados a un estado de felicidad cuando escogimos vivir de acuerdo con el plan de felicidad. Nuestro gozo en el reino de Dios será una extensión natural de la felicidad natural que cultivemos en esta vida."
(Elder Jack H. Goaslind, Liahona julio 1986, págs. 50-51)

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